Después de casi dos décadas sin tocar en Florida, AC/DC regresó al Raymond James Stadium ante 53.000 personas con un show que reafirmó su vigencia.

No hay efectos especiales que puedan competir con un buen riff de guitarra y eso lo sabe AC/DC. Por eso, cuando arrancaron con “If You Want Blood (You’ve Got It)” el pasado 16 de mayo en el Raymond James Stadium, el mensaje fue claro: no vinieron a convencer a nadie. Vinieron a hacer lo que llevan haciendo desde 1973.
Ante más de 50 mil personas, la banda australiana ofreció un show sin pausas, sin adornos, sin poses. Brian Johnson demostró que su pasión por la música se mantiene. Angus Young, a sus 70 años, recorrió cada metro del escenario caminando, saltando, arrastrándose con su SG al hombro.
El repertorio combinó clásicos infaltables como “Back in Black”, “Thunderstruck” y “Highway to Hell” con temas más recientes como “Shot in the Dark”, del álbum Power Up (2020). La conexión con el público fue inmediata, constante. Sin necesidad de grandes artificios, la banda sostuvo la noche con presencia, precisión y actitud.
No hubo grandes discursos, ni pausas teatrales. Tampoco una producción excesiva. Solo luces bien puestas, sonido potente, y los elementos clásicos: la campana de “Hells Bells”, el solo extendido de “Let There Be Rock” y los cañones de cierre con “For Those About to Rock (We Salute You)”.
Con más de 200 millones de discos vendidos, AC/DC no necesita justificar su lugar en la historia. Pero sí lo defiende. Y lo hace tocando. Lo de Tampa no fue un espectáculo grandilocuente ni un homenaje a la nostalgia. Fue un ejercicio de consistencia. De esos que dejan claro que el rock, cuando se ejecuta con autenticidad, no pasa de moda. Simplemente se mantiene en pie.